martes, 3 de noviembre de 2015

21 meses buscando el embarazo

Hoy me ha dado por echar la vista atrás. Mientras me tomaba mi café, viendo  la ciudad despertar desde la ventana, he hecho balance mental del camino andado. Con ese regusto amargo que te deja el café tras el primer golpe de sabor, he recapitulado. Un año y nueve meses, 21 meses en total, sumergidos hasta el cuello en la búsqueda positiva. Muchas pruebas, consultas, ecografías, cinco inseminaciones artificiales con muy buen pronóstico, y nada. Sólo negativos por todas partes. No conseguimos salir de ahí, seguimos siendo miembros honoríficos del Club de la Rayita Solitaria


Ha pasado tanto tiempo desde que todo empezó. 


Desde que nos casamos con la ilusión de emprender un nuevo viaje juntos...


Desde aquel inocente... ¿empezamos ya? Aquella increíble sensación de saber que estabas haciendo el amor para dar vida. Recuerdo cómo me sentí, emocionada y asustada a la vez de estar haciendo posible algo tan grande. 


Pero los meses fueron pasando y esa ilusión se fue transformando poco a poco en preocupación. La sombra de la duda se iba haciendo más y más grande y se instaló sobre nosotros. Cada mes que se iba con otro negativo era otro ciclo perdido, otro intento fallido que se hacía hueco en la incertidumbre de nuestro dia a día. 


El entusiasmo de las primeras veces se convirtió en rutina, en obligación y en tristeza también. Porque nosotros seguíamos luchando mientras veíamos cómo todas y cada una de las parejas de nuestro entorno, amig@s, prim@s y conocid@s varios, se iban quedando embarazados a la primera de cambio. En la luna de miel, en un despiste, en un "vamos a ver que pasa si...". Todos lo conseguían, pero nosotros no


Y nuestras relaciones se vieron afectadas hasta el punto de sentir algo que no sé ni como definir con cada test de ovulación positivo. Esas dos rayitas en los TO confirmaban que había que hacer el amor sí o sí, y la sensación era de un tedio absoluto. El "hoy toca" se convirtió en la maldición de nuestra vida sexual, que se vió afectada de una forma descomunal. La tensión y la presión se adueñaron de medianaranja que vió como esos días se convertían en los únicos posibles para tener relaciones. Los únicos días para una hipotética fecundación. Los dias en los que era imprescindible que no fallara. Y ese sentimiento de responsabilidad le hizo flaquear, le hizo empequeñecer de tal manera que nos asustamos.


Fueron meses duros, ahora hace un año ya de eso y hemos aprendido a relativizar, eso si, con la ayuda de un psicólogo y de la terapia de pareja. Ahora estamos bien, asimilando nuestra situación y queriéndonos cuando nos apetece, mirando de reojo, eso sí, los tests de ovulación... Después de cinco IACs negativas, hemos asumido que lo nuestro no va a ser lo que se dice sencillo. En todas y cada una de esas inseminaciones nos decían que todo pintaba estupendamente, incluso a medianaranja le aseguraban que la muestra de semen estaba muy bien, que había muchos bichillos y buenos. Salíamos de la consulta con el ego subido, sobre todo medianaranja que no acababa de llevar del todo bien la astenozoospermia, y pensando que cada inseminación era la definitiva. Todas y cada una de las veces. Nunca perdimos la esperanza. Aunque nos desesperáramos con cada negativo.


Este camino es duro, muy duro, y sólo hemos recorrido una parte. Sabemos que a partir de enero será más duro todavía y que necesitaremos estar más unidos que nunca. Estos últimos 21 meses hemos pasado por muchas cosas. Algunas nos han separado, pero siempre ha habido una que nos ha unido por encima de todo: el amor que nos tenemos. Eso nos ha ayudado a ser fuertes, es la poción mágica de todo #infertilgladiador. Lo único que nos puede hacer seguir caminando hasta el positivo y más allá.

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